Nighthawks, 1942. Edward Hopper.
Tal vez sea el resto de nuestras vidas lo que para un
solitario es el mostrador de un bar nocturno.
Las caras anónimas pero cómplices de los que, como nosotros, habitan esta tierra quemada.
Vos, donde estes, encendiendo incesantemente tus cigarrillos de duty-free. Yo, en este país de silencio y hielo, haciendo flores con el
papel metalizado de los bombones del cafe.
Concientes
de este game over sin ficha de
reserva. Resignados sin llanto ni dolor (porque la resignación no
concibe esperanzas, y ya no siente ni llora).
Autómatas de la misma mueca: tu charada de hombre exitoso; mi pantomima de mujer sin miedo.
Lo que queda
es, en ultima instancia, irrelevante. Y no hay más que transcurrir, con el
maquillaje perfecto de mis ojos, mis impecables uñas pintadas; tus gadgets de ultimo modelo, y tus camisas
de marca.
Entre vos y
yo solo difiere el paisaje, tesoro, y las posibilidades materiales de elegir cómo
agotamos la mecha.
Eggs and sausage para dos, amor, (cada uno en su exquisita celda),
para matar el tiempo.
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