"...Wary of each other, the idea of a robot companion brings a sense of control, of welcome substitution. We allow ourselves to be comforted by unrequited love, for there is no robot that can ever love us back. That same wariness marks our networked lives. There, too, we are vulnerable to a desire to control our connections, to titrate our level of availability. Things progress quickly. A lawyer says sensibly, “I can’t make it to a client meeting; I’ll send notes by email instead.” Five steps later, colleagues who work on the same corridor no longer want to see or even telephone each other and explain that “texts are more efficient” or “I’ll post something on Facebook.”
As we live the flowering of connectivity culture, we dream of sociable robots. Lonely despite our connections, we send ourselves a technological Valentine. If online life is harsh and judgmental, the robot will always be on our side. The idea of a robot companion serves as both symptom and dream. Like all psychological symptoms, it obscures a problem by “solving” it without addressing it. The robot will provide companionship and mask our fears of too-risky intimacies. As dream, robots reveal our wish for relationships we can control.
A symptom carries knowledge that a person fears would be too much to bear. To do its job, a symptom disguises this knowledge so it doesn't have to be faced day to day. So, it is “easier” to feel constantly hungry than to acknowledge that your mother did not nurture you. It is “easier” to be enraged by a long supermarket line than to deal with the feeling that your
spouse is not giving you the attention you crave. When technology is a symptom, it disconnects us from our real struggles..."
"... Desconfiados de los demás, la idea de un compañero robot aporta una sensación de control, de bienvenida sustitución. Nos permitimos ser consolados por amor no correspondido, porque no hay robot que pueda amarnos realmente. Ese mismo recelo marca nuestras vidas en internet. Allí, también, somos vulnerables al deseo de controlar nuestras conexiones, controlar nuestro nivel de disponibilidad. Las cosas progresan rápidamente. Un abogado dice con sensatez: "No puedo ir a una reunión con un cliente, voy a enviar notas por correo electrónico." Luego de poco tiempo, los colegas que trabajan en el mismo corredor ya no quieren encontrarse, ni siquiera llamarse por teléfono entre sí y explican que "los mensajes de texto son más eficientes" o "Voy a publicar algo en Facebook ".
A medida que vivimos el florecimiento de la cultura de conectividad, soñamos con robots sociables. Solos, a pesar de nuestras conexiones, nos auto enviamos un saludo de San Valentín tecnológico. Si la vida online es dificil y prejuiciosa, el robot estará siempre a nuestro lado. La idea de un compañero robot sirve tanto como síntomas y como sueño. Al igual que todos los síntomas psicológicos, obscurece el problema y lo "Resuelve" sin abordarlo. El robot proporcionará compañía y enmascarará nuestros temores a intimidades demasiado arriesgadas. Como los sueños, los robots revelan nuestro deseo de relaciones que podemos controlar.
Un síntoma conlleva conocimientos que las personas temen demasiado para soportar. Para hacer su trabajo, un síntoma disfraza este conocimiento para no tener que enfrentarlo día tras día. Por lo tanto, es "más fácil" sentir hambre constantemente que reconocer que tu madre no te nutrió. Es "más fácil" enfurecerse en la cola de un supermercados que lidiar con la sensación de que tu pareja no te está dando la atención que necesitas. Cuando la tecnología es un síntoma, nos desconecta de nuestras luchas reales ... "
Alone Together. Why we expect more from technology and less from each other.
2012. Sherry Turkle.
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